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lunes, 13 de junio de 2011

El mejor tronco que vi


Y ojo, aclaro antes de que algún bostero recalcitrante empiece con el bardo, que a mi Martincho me re-cabe. Lo de tronco viene a colación por la manera en que el establishment indecoroso de la técnica y la gracia futbolística, maltrató durante mucho tiempo al Loco y a sus peripecias desprolijas dentro del campo de juego. Y si bien hay quienes le dan la derecha a todo aquél doctorado en la Universidad de Don José ‘latenésadentroporbocón’ Sanfillipo, o en el Instituto Autárquico de Gorilogía Periodística de C5N que opinaron hasta el hartazgo que Palermo no reunía las cualidades específicas para desarrollarse con buen criterio dentro de este deporte, también hay que asumir que muy difícilmente otro jugador con sus características pueda alcanzar los eternos laureles que bien supo conseguir.

    Y eso que troncos lo que se dice troncos en el fútbol argentino los hubo, los hay y los habrá de a puñados. En todos los puestos y en todas las proporciones. De los credos y las nacionalidades que a ustedes más les gusten. Incluso en este Clausura mismo hay unos cuantos que, ¡mamita querida!... Pero imposible que logren destacarse más allá de sus limitadas condiciones. Puede que alcancen algún que otro mérito, en largas y prostibularias madrugadas Cocodrilescas  (tampoco es una gran hazaña muchachos ¡con tanta regalada suelta!) Pero nunca sobre el colchón verdegramilleo. ¿Qué tuvo Palermo entonces que no hayan tenido (o tendrán) sus congéneres de maniobras rústicas? Un montón de cualidades. Un montón. Un chorizo así de grande, mirá.

   Carisma, humildad, optimismo, espíritu, oportunismo, huevos, porfía, desparpajo, visión, amor, locura. Y goles, claro. Palermo a diferencia de muchos, tiene goles sobre el lomo. Y los partidos de fútbol mis queridos Guardiolistas de la última hora, se ganan a fuerza de goles y no precisamente con jogo bonito. No hay con que darle. Palermo era (y es ahora, al recuerdo de los sufridos memoriosos de bar) recontramilputeado porque el muy HDP, era capaz de echar por la borda todo un trabajo semanal de táctica y estrategia bien afinada, o una seguidilla de buenos resultados, haciéndote un gol de media cancha o, en su defecto, con la nuca, con el culo, lesionado, y hasta  pateando un penal con la misma pierna de apoyo. ¡¿Y como no lo vas a putear entonces?!… Formó parte del folclore nacional putearlo a Martín Palermo. Y al mismo tiempo… ¡como no lo ibas a amar! ¿O acaso hay algún Argentino bien puesto que no haya llorado a moco tendido aquella noche épica en el Gallinero, en el último instante en el cual quedábamos virtualmente afuera del mundial 2010 con los Peruanos? ¿Me vas a decir que no lo gritaste, aun con la banda roja cruzada en el pecho? ¿O con la careta licántropa y los gobelinos húmedos en la garganta?...  

   Para esa clase de milagros, hacía falta un jugador como el Loco. Ni más ni menos.  Esos milagros no los hace cualquiera. Únicamente los distintos, los fuera de serie, aquellos que no encajan en un molde o en un aburrido orden programático de condiciones. Y es por todo ello que hoy la gran mayoría de la Patria futbolera le rinde homenajes y le brinda un hasta siempre emocionado y orgulloso. Por el fútbol, por el amor, los goles y las alegrías que nos supo regalar. Por el respeto a este maravilloso deporte y por su hombría de bien para con sus colegas y allegados. Hay que destacar también que Palermo fue ante todo, un caballero dentro y fuera de la cancha, lo que no es poca cosa, mis queridos. Por todo eso entonces, va un simplemente gracias Martín. Humilde pero sincero. Y con el mayor de los respetos dejame decirte que sos, el mejor tronco que vi en mi vida. Y lo que es casi seguro, el mejor tronco que voy a ver. Gracias. De nada.